Ilda Rodriguez   octubre 2021

Sinthoma es el vocablo que, a  mi parecer, vuelca con mayor propiedad al español la noción introducida por Lacan- mediante el neologismo sinthome- en su Seminario 23”. 

Término que da cuenta de un fenómeno psíquico, que desde su misma nominación, se aproxima y se distancia de síntoma (symptôme). Lacan (Universidad de Yale, 24/11/75) dirá que tal palabra existe en los incunables, “ya a esta antiguaortografía la he encontrado en  el Bloch et von Wartburg…. no es etimología, está siempre en vía de réfection”

¿Qué es refección? Se inserta en el hacer e implica el “restablecer, rehacer, reparar, poner a nuevo” y desde el punto de vista literario, comporta una modificación de una forma lingüística salida de la evolución normal. Dicho de otro modo: No se trata entonces de lo erudito, sino de revitalizar, restablecer… ¿Qué cosa? …un tránsito abierto: Del síntoma al sinthoma. Pues bien, desde tal perspectiva he aquí algunas consecuencias que puedo extraer de eso: 

Una cuestión desprendible es que si nombra diferencialmente, comporta el intento de tomar en cuenta constelaciones distintas, que no resultan confundibles, ya que instala una diferenciada, para la cual Joyce y su obra, soportan el artificio de una novación psicoanalítica. Es por el sesgo clínico del analista-síntoma al analista-sinthoma, por su posición en la cura, que es transferencial como es sabido.

Va de suyo que la praxis poiética del análisis promueve –como su nombre lo indica- descomponer para recomponer lo que se logra desanudar en el análisis, y su reanudación. 

Entiendo así que el analista puede llegar a poner en acto su específico “saber-hacer-allí-con”  lo que determinó su condición de síntoma del analizante: con los mismos elementos   y arribar a inventar otra cosa: Se trata de una peculiar puesta en acto del lenguaje, en sus dimensiones RSI, por parte del analista. ¿Cómo? De inicio, diría que  al modo en que Lacan lo ha hecho con la introducción de la noción de lalangue. Quiero decir, procesar todo vocablo de la lengua según el modo verificado en acto por esa nominación. Por cierto, que ello es causa y consecuencia del pasaje del analista desde la condición de síntoma hacia la de sinthoma Por otro lado, atender a aquello que conforma el objeto pulsional –en su estatuto fantasmático prevalente- del analizante, del que procura desprenderse para constituirse, pero que vehicula, al mismo tiempo, el núcleo de su ser. Por lo tanto, ese “saber-hacer-allí-con”, apunta a adicionar o suplementar un núcleo de goce no parasitario, resultando así, irrenunciable.

Ahora bien, se trata inicialmente,  de una  neurosis de transferencia que se constituye entre dos que se hablan: algo creativo y  novedoso, con el analista en el lugar de objeto, punto central, o mejor todavía, diría para situar clínicamente la cuestión: el analista tomado de punto: “no quiero tenerlo, pero sin él no puedo vivir”.

En efecto: el estatuto del síntoma es entre otras cosas, el de algo-alguien que resulta insoportable y  lo Real del síntoma lo vuelve recurrente. No puede sino confrontarse con aquello que insiste en no funcionar, que no cesa de no escribirse, que parece una suerte de capricho, de impredicibilidad, de indomeñabilidad. 

De hecho, a eso no habría medio de atraparlo con los oídos –  el oído en cuestión es “algo que podemos llamar lo no-asimilado  del síntoma por el sujeto.” Es decir, lo que sólo existe por lo oído y  que no se quiere oír  en el  intento de contrarrestar la evidencia original de este dolor de existir –goce parcial, limitado- taponado por  rivalidades edípicas, para lo cual el sinthoma puede servir de antídoto. Decía entonces, que eso no sería posible sin el sustento por parte del analista, al poner en acto su transitoria condición de síntoma que acompaña, además, a todo síntoma intercurrente del analizante. Antes bien, pudiéndose detectar la pertinencia de la noción freudiana atinente a la neurosis de transferencia en tanto sustituto y relevo necesario de la neurosis clínica. Lacan también dirá, que el analista está en una especie de momento de transformación, de cambio. Durante un breve instante, uno ha podido apercibirse de lo que sería la intrusión de lo Real. El analista resta (se queda) en eso ahí. Está ahí como un síntoma, no puede  durar sino a título de síntoma 

Lo referido, por otra parte,  procura consignar el carácter insoslayable de la así llamada, transferencia negativa en la cura, sobre todo, en lo que se refiere a su faz imaginaria y agresivizante, al dar cuenta de tal forma, de la homogeneidad entre Imaginario y Real. Es claro que no será sin la participación del analista allí, tomado de punto, como aquello indigerible “que me hace sufrir por su incomprensión”, pero que “sin Ud. no puedo vivir” o “Quisiera dejarla, pero sin Ud. no puedo vivir”… De modo similar proferido por distintos analizantes en ciertos momentos límites de un análisis, que après coup se revelarán cruciales. En efecto, a partir de ese maniobrar, el analista en cuestión puede llegar a poner en acto su específico saber-hacer-allí-con,porquela mitad del síntoma es lo que trae el analizante, pero la otra mitad lo hace analizable la operación del analista, sin lo cual no habría síntoma, al estilo de: “-Sin mí, el síntoma no acaba”. Con “acabarlo” como es obvio, no se apunta al sentido de una terapia sintomal, sino a otorgarle su propiedad ínsita de logrado

Por su parte, Lacan enfatiza que “llamo síntoma a lo que viene de lo Real” y esto es así porque es la condición determinante –lo Real- del sentido del síntoma. Por ende se trata de seres hablantes carcomidos, mordidos, corroídos por el síntoma. 

Entonces, cabe sostener el lugar del analista como síntoma del analizante en la cura- sobre lo cual avanza R. Harari la cuarta de lo Real- proponiéndolo como momento lógico que antecede al posicionamiento del psicoanalista como sinthoma.   Propuesta articulada a:1) Lo que vuelve siempre al mismo lugar, 2) lo imposible, 3) el síntoma. 

Pero lo que parece cobrar su relieve, es la manera en que se va diseñando una cuestión fundamental, por la cual el sinthoma alcanzará su definición, cual es la noción crucial: pero no eso. Es en esa negativa –precisamente- que reside el modo de decirle “no”,  a la demanda del Otro. No olvidemos al respecto, que la condición neurótica de vérselas con su síntoma exhibe su extremada facilidad para decir sí a aquella. 

Para decirlo de otro modo, el “pero no eso” vehiculiza el límite no neurótico ante la demanda del Otro, no menos que el límite ante la gozosa e inmolante posición sacrificial mantenida, por ejemplo, sea por el esclavo timorato, sea por la princesa de pacotilla.

El sinthoma permite prescindir de los Nombres del Padre, a condición de servirse de ellos. Es la invención, efecto del bien decir. Si el sinthoma no es analizable, sí lo son las condiciones que lo posibilitaron. En Momento de concluir, apunta al fin del análisis, aconteciendo “cuando se ha girado dos veces en redondo, es decir, reencontrado aquello de lo que se está prisionero. Se trata de este volver con diferencia, de esta transformación operada en y sobre, lo que dio origen al síntoma.

Para ir concluyendo:

Se trata aquí de reparar en la cuestión del mani-obrar del analista respecto del dejar transcurrir de la invención, al no reducir el equívoco de modo tal de reciclarlo en el orden Simbólico, ya que este goce “inventivo”, del saber producido,  es lo que podemos oir en su decir – de modo similar al del escrito de Joyce-  ya que : “ este goce es la única cosa que podemos atrapar en su texto, allí está el sinthome” –acotará  Lacan.