Entorno al asco al propio nombre

Laura Chacón Echeverría

“ No hay superación de la angustia que cuando el Otro ha sido nombrado. No hay amor sino por un nombre, como cada cual sabe por experiencia“. Leemos en El seminario, La angustia de Jacques Lacan . Pero cuando el don de amor pasa por pedir el abandono del nombre como Julieta en su acto de amor imposible le pide a Romeo: “¡Oh, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres Romeo? Renuncia a tu padre, reniega tu nombre; o, si no quieres esto, jura solamente amarme y ceso de ser una Capuleto”.Y de este renegar, abandonar, reinventar otro nombre, otra genealogía, es que compartiré con ustedes reflexiones evocadas a partir de mi lectura de la novela del escritor salvadoreño Horacio Castellanos  titulada, El asco, Thomas Bernhard en San Salvador .

Sintetizo brevemente. Edgardo Vega es emigrante salvadoreño en Canadá, ante la muerte de su madre ha regresado por pocos días a El Salvador. Su nombre, lo desapareció, ahora se llama Thomas Bernhard. Siente asco de su patria, de su gente, siente asco de las comidas típicas que se cocinan allí, “comida diarreica” la llama. En su asco de estar donde no quiere estar sucede un evento: pierde su pasaporte y sin este tigre de papel, arriesga a regresar a llamarse Edgardo Vega, a desaparecer su identidad inventada, su pasaporte porta un nombre falso. La pérdida lo lleva al vértigo de deber quedarse en su nauseabunda patria, lo lleva a la vergüenza de ser.  

“El terror se apoderó de mí, […] me vi atrapado en esta ciudad para siempre sin poder regresar a Montreal; me vi de nuevo convertido en un salvadoreño que no tiene otra opción que vegetar en esta inmundicia”

Quedar vegetando en la inmundicia, quedar con su nombre Edgardo Vega. No eligió cualquier nombre, sino el del conocido escritor austríaco Thomas Bernhard, que también en sus escritos, revela un fuerte desprecio no por su nombre, sino por su patria. Bernhard no cambió su nombre, Vega sí. Ambas historias están unidas por el rechazo de la patria, que en el latín se deriva de patrius, tierra de los antepasados. Es decir, la tierra donde habitaron los padres. Ambos son hijos con padres ausentes-desconocidos. 

Con la desaparición de su pasaporte queda despellejada toda su suplencia, lo externo pasa a lo interno; la nausea ha tomado su cuerpo en  la vergüenza de ser su nombre. La extranjeridad de su nombre ha desaparecido, y lo monstruoso se apodera de sí. Su condena es la inmovilidad en su país y la no trasnominación, desplazamiento de su nombre, es su horror. Lo real llega en el mismo lugar donde se dejó, en el lugar del vómito, del asco, de lo putrefacto. Su patria y su nombre son sus objetos de repugnancia, objetos desprovistos de todo valor fálico; comida, país y su nombre se encuentran anudados al significante desecho, excremento. El asco puesto en el exterior, le hacía una barrera de protección para no llevarlo a su interior y esta protección era tan solo el nombre que había podido ser impreso en el pasaporte. Una solución alcanzada ante la insoportabilidad de lo real. Necesidad extrema de poner distancia al nombre que cubría su historia y origen al que pertenecía, distancia de ser quien nunca quiso ser.

Una clínica del exilio del nombre, es la que me permite interrogar este texto; asumir la extranjeridad como posición subjetiva de resolución ante lo real y exiliarse de la propia historia para tener algún presente que no sea morirse de asco de sí mismo. En este caso, la vergüenza de ser de un país, del tercer mundo, se mezcla con el asco sentido por su nombre latino. En el lugar de la nominación, una a-nomia y por tanto, una ficción. El nombre propio es indicador de durabilidad en el tiempo, pero ante el quebranto de lo simbólico, la permanencia en el nombre expresa desintegración. La pérdida del pasaporte, es vivenciada por Vega-Bernhard como la invasión de un Padre en lo real. Imaginario y simbólico desprendidos hacia un inconsciente a cielo abierto ( P0 y F0). El asco ha destrozado toda reparación narcisística. El encuentro  traumático -con la pérdida de su ficción- lo sella a la vergüenza, lo une al real de la muerte, al horror, a lo indecible, a lo insostenible más allá de toda posibilidad de simbolización. Siguiendo la lectura de Lacan (Seminario 2), la función social del nombre estabiliza las múltiples y efímeras identificaciones, ante la expulsión de lo simbólico, los acuerdos sociales incluida nominación, genealogía y filiación arriesgan a quedar a la deriva, o clavarse directamente a un ideal del yo que eclipsa o deniega una nominación o  una genealogía anterior. Cuando lo simbólico ha quedado forcluido, peligra a quedar imposibilitada la articulación entre el nombre propio y el pacto simbólico propio de la filiación.

 Intercalo aquí una experiencia. Adrián un niño en condiciones psíquicas, sociales y económicas de gran privación, le preguntó hace un tiempo a una de mis colegas: ¿Siempre ha llamado así? Haciendo referencia al mismo nombre y apellido y ante su respuesta afirmativa, le dijo: ¿ y no se aburre? Varias veces, al cambiar la madre de Adrián de compañero afectivo, el niño cambiaba también su apellido. 

Devenir otro nombredevenir otra nominación, transnominación ¿cómo leerlo desde la clínica? ¿Es posible una deriva que permita un crear hacia afuera? ¿Desde la clínica psicoanalítica, cómo leer la anti genealogía, cómo deconstruirla, qué solución para los sujetos en la clínica del extremo? Comprendiendo que toda anti genealogía, todo inventarse a sí mismo, es el proceso para devenir sujeto. 

En el caso que nos ocupa, Vega-Bernhard, el soporte es su asco y la renegación de su genealogía en la invención de otros orígenes. Dicho de otra forma, la operación trata de tomar el nombre como un objeto exterior intercambiable  es, decir, como prótesis de salvación en su caos narcisitico. 

Jacques Rancière nos dice que el asco se presenta como una marca del pensamiento sobre el cuerpo, un medio para categorizar a los otros en una jerarquía de superiores e inferiores. En la misma línea se encuentra el sociólogo Pierre Bourdieu, quien trabaja el gusto como distintivo de las clases sociales. George Bataille defiende que analizar el asco es levantar el velo sobre la parte maldita presente en todos los espacios de la vida social. El asco le sirvió a Freud para pensar la represión desde el año 1897, colocando una frontera estrecha entre la repulsión y atracción, en otras palabras, la represión es una atracción que queda reprimida. Esta represión pulsional abre la vía al padre del psicoanálisis para pensar la reversibilidad del asco: la fascinación. En Vega-Bernhard tenemos la fascinación por habitar en un país del primer mundo el Canadá (los limpios, los higienizados) con un nombre austríaco y no un nombre que remite a El Salvador o al tercer mundo latinoamericano (los sucios, los putrefactos). Un lugar, Canadá, sin alimentos impuros, y El Salvador con alimentos diarreicos. Países hechos y países desechos según el imaginario de nuestro personaje. Países mierda y países no mierda siguiendo también el imaginario del expresidente  Donald Trump. 

Vega-Bernhard no era un doble mimetizado, solo había robado un nombre y así ficcionalmente había logrado desaparecer la sustancia pestilente de la que estaba hecho su nombre y su patria; el tigre de papel-pasaporte- le había dado una tabla ante el naufragio de su imaginario. El exilio de la nominación fue su solución, hasta que esta se quebró. Sin su pasaporte ahora quedaba ante sí, y ante la mirada de los otros como un asqueroso salvadoreño más, estado máximo de vergüenza. Su ser, su ontología se había transformado en una vergonzología (neologismo lacaniano que sustituye ontología).. La clínica de las suplencias nos enseña a no tocar los goces, cuando estos no atentan contra la vida propia o la de otro; a contemplar una ética de escucha para resolver un estar, un ser y un habitar fuera de la norma social, fuera del nombre. ¿No es que el  psicoanálisis se funda y continúa siendo una escucha más allá de la norma? De regreso a nuestro personaje, el asco a su genealogía fue la vía que le permitió ser otro, otro con otro nombre, soluciones fuera del padre, pero soluciones al fin que sostienen heterogéneamente la vida. Por ultimo cierro con una ironía dada por Lacan con respecto la  propiedad del nombre. 

Cito  a Lacan en Problemas cruciales para el psicoanálisis:

 Casanova se había dado el nombre Seingalt, e interrogado por las autoridades policiales sobre la razón por la cual había tomado un nombre que no era el suyo, este responde con indignación que ningún nombre puede pertenecerle con más legitimidad a él, porque era el mismo quien lo había inventado.Lo interesante es comparar a las autoridades policiales y Casanova desde el punto de vista de su actitud lingüística espontánea. Para la policía, Seingalt es un alias, que significa Casanova. Su argumento es 1 – Seingalt, es Casanova, 2 – Casanova, no es Seingalt … En ambos lados hay una falla. Para Casanova, la fórmula es menos clara pero más simple, se dice así, Seingalt, soy yo; el significante Casanova puede desaparecer. […] Ciertamente es el nombre lo que marca al sujeto, actúa sobre él como una provocación, lo hace venir […] pero al mismo tiempo lo denuncia, el objetivo, transforma al sujeto hablante en el objeto del que es hablado y el “yo soy fulano de tal” choca con el “yo soy yo (p. 267-268).

Nuestra época nos obliga a preguntarnos sobre el pasaje entre la legitimidad autonómica del nombre, dado que anteriormente se contemplaba que la legitimidad del nombre era por definición heteronómica. Interroganate que nos conduce a la paradoja nombre-nomos-ley. ¿No es un avance de nuestros tiempos cuestionar el nombre como un valor legítimo, permanente y heteronómico? 

1  Seminario La angustia, p.365.

2 Una aclaración, trabajaré prenombre y apellido con la denominación nombre, lo que me resulta mayor claridad en esta exposición.

3Thomas Bernhard (1931-1989), cito un fragmento de uno de sus poemas, En mi capital que refleja su dolor y rabia contra su país: “Pero ¿qué encontré en mi capital? La muerte con sus fauces de ceniza, aniquiladora, sed y hambre que repugnaba a mi propia hambre, porque era un hambre de carne y pan, de rostros y lavabos, un hambre que balbucea la vergüenza de esa ciudad, un hambre de miseria, que relucía de ventana en ventana, produciendo primavera y fama podrida bajo las escaleras del cielo”. 

4 El término patriarcado significa literalmente “el mandato del padre” término que se encuentra yuxtapuesto con patria que en griego quiere decir descendencia de la línea paterna.

5 Cito a Lacan en su discusión con el nombre propio y sus referentes sociales: El nombre propio, es un nombre que es dado. Por el padrino, dirán ustedes, y esto podrá bastarles, en efecto, si se resuelven a hacer del padrino el alguien diferente {quelqu’un d’autre}. Pero, no está solamente el padrino, hay también todo tipo de reglas, hay momentos, hay toda una configuración que es una configuración del intercambio y de la estructura social, y es aquí que Claude Lévi-Strauss se detendrá para decir, y para decir con buenos motivos, que el problema del nombre propio no podría ser tratado sin introducir una referencia extraña al campo propiamente lingüístico; que no podría ser aislado como parte del discurso por fuera de la función, del uso que lo define. Seminario 12, Problemas cruciales del psicoanálisis. Inédito. 

6 Ver Peter Sloderdjick, Los hijos terribles de la edad moderna, sobre el experimento antigenealógico de la modernidad.

7 Ver  su libro Sobre políticas estéticas. 

8  Ver su libro, La distinción crítica social del juicio.

9 Ver su libro El erotismo.

10  Ver su carta a Fliess del 14 de noviembre de 1897. La represión psíquica puede explicarse por analogía con el asco sensorial” al igual que nosotros desviamos nuestra órgano sensorial (nariz) delante de los objetos que apestan , de esta misma manera el preconsciente y nuestra comprensión consciente se desvían del recuerdo . a esto llamamos represión. Para Julia Kristeva en su lo libro Poderes del horror, sobre la abyección, lo que provoca asco, lo abyecto, es una defensa que protege la integridad del cuerpo.  

11 Recordemos que en enero del 2018, el presidente de los Estados Unidos en ejercicio, Donald Trump declaró que  su pais no deberia de recibir paises de mierda como Haiti, El Salvador o las naciones africanas, sino de Noruega.