Acude a consulta una mujer de 19 años de belleza inusual, estudiante de business en una Universidad internacional de Madrid. Es la menor de 3 hermanos de una adinerada familia ítalo-suiza.
El padre, adicto al alcohol y las drogas, protagoniza episodios de violencia física con la esposa y los hijos mayores. Tras vaciar las cuentas bancarias familiares, abandona el hogar cuando ella tiene 7 años para ejercer de DJ, médium y vidente. Reconoce ser la única que lloró su ausencia, castigó y culpó de ello a su madre, estuvo sin hablarla durante un año.
El nombre de la analizante es el único de origen italiano que existe dentro de la familia. De Italia son las raíces del padre que nunca más ha vuelto a ver, aunque, comenta vivir en conexión espiritual con él. Asegura posee los mismos poderes extrasensoriales que su padre, sus ojos, su mismo pelo, hasta ser igual de nerviosa que él. El padre ha hecho cuerpo en ella.
El motivo de asistir a sesión es el odio a sus senos, los cuales necesita operar urgentemente. A sus senos los nombra refiriéndose a ellos como “mis chichis”. Curiosa coincidencia con la acepción vulgar al genital femenino.
Recordé a Adorno cuando señalaba que todo es falso menos las exageraciones.
Aparece aquí un cuerpo Otro, un cuerpo que no se trata de lo aborrecido orgánico sino de lo aborrecido psicológico. El cuerpo habla.
Comenta, “mi cuerpo me está volviendo loca, tengo que hablar de él”.
Desde los 13 años su actividad sexual es intensa, mezclada con alcohol y marihuana. No existen relaciones interpersonales, son encuentros de una noche con compañeros de internado. Llega al acto sexual con pérdida de conciencia y donando su cuerpo al partenaire, pero jamás recuerda haberse quitado el sujetador. Durante el sexo, no conecta mente y cuerpo, lo desubjetiviza, es cosa para el otro y lo hace trozos. Con este trozo no se juega, el pecho, queda dentro del sujetador, a salvo, en un lugar seguro.
Relata: “Siempre pensaba, si no les doy mi cuerpo, no me dan nada. No tengo orgasmos, después del sexo me ducho y me voy. No entiendo el afecto, pero ellos tampoco me cuidan”.
En las sesiones trabajamos la puesta en cuestión de la imperiosa necesidad de la operación estética de sus senos que ella sigue creyendo objetiva y yo, subjetiva.
La terapia se suspende por un viaje de estudios a Suiza, es un curso de fotografía profesionalizado de nueve meses de duración. Es su afición favorita, como su padre, del que guarda aún una vieja cámara. Siento que sale en busca del padre.
A su regreso vuelve a sesión y me relata que su psicoanalista en Suiza la ha realizado hipnosis, descubriendo retazos no conscientes de su infancia, vividos junto a su padrastro, el novio de la madre tras el abandono paterno, y que convivió varios años con ellos en familia. Cuando algo se descubre, se altera.
En aquellos tiempos la madre sobrevivía con alcohol y cocaína, mientras el padrastro se ocupaba de los tres niños, la mayor, el varoncito y la pequeña que es la analizante.
En la hipnosis aparecen escenas abandonadas en el inconsciente, los masajes en los incipientes senos de la niña mientras se duchaba con él cada noche.
A partir de esta escena recuperada, ella comienza a recordar otras, no recuerda sexo, pero sí extrañas poses y la llevaba frecuentemente a dormir con él. Cuando la madre no estaba presente, la manoseaba. Aparecen también recuerdos de llevarla a ver películas juntos, en el sofá o en la cama, pero no consigue recordar el contenido.
Tras la recuperación de estos olvidos, surgen nuevas escenas esta vez con palabra, con frases como “vas a tener el pecho más grande que tu madre” o “no te pongas ese top, no tienes tetas suficientes”. Recuerda oír las bromas sexuales que realizaba sobre su hermana mayor y que la madre le reprendía, pero si los comentarios eran sobre el pecho de ella, la madre no decía nada. Estos episodios duraron hasta los 12 años, fecha de la ruptura sentimental de su madre con el padrastro.
El padrastro era muy alcohólico y en una ocasión la analizante estuvo presente durante todo el tiempo que duró la paliza a su madre, aunque el recuerdo que conserva de él es el de una persona afectuosa que la concedió un sitio muy importante en su vida. Para ella este hombre significaba un padre, que suponía se comportaba como todos los padres se comportan con sus hijas. Normalizando así la relación incestuosa por ausencia de comparativa y de límites dentro de la construcción familiar.
Trae un sueño en el que su actual novio es como un hijo que le hace sexualmente las cosas que ella le hace a él. En el sueño se remueve lo incestuoso, una esquirla en el inconsciente.
Reitera la idea de la operación de los senos y de forma inmediata. Sensación de urgencia, nuevamente.
Comienzo a ser consciente que el cuerpo se da a leer con algo que lleva inscrito. Hay que leer, aparece el cuerpo del psicoanálisis, el que desconoce la anatomía, el cuerpo del mal entendido que decía Lacan allá por 1980.
La analizante regresa a sesiones tras la operación. Comenta su desagrado ante el trabajo del cirujano que no ha conseguido satisfacerla del todo en la estética pretendida. La falta de conformidad la hace pensar que quizá volverá a retocarse el pecho pasado un tiempo, pero asegura sorprenderse porque está diferente en sus sensaciones. Comenta, textualmente, sentirse “más ella misma” y lo llamativo es la noticia de que puede realizar sexo sin sujetador por primera vez en su vida. Por fin algo encaja.
Comparte sus proyectos futuros durante las sesiones, va a abandonar los estudios actuales porque va a estudiar psicología, periodismo gráfico, y comenzará a perfeccionar el italiano, idioma paterno. Aparece la parte sana del padre.
Siento que desea seguir conectada a él, pero ya no desde el pensamiento mágico y la sugestión, sino a través del orgullo cultural del origen y de las aficiones comunes. Ha dejado la marihuana y no toma alcohol, tiene un entrenador deportivo, se ha hecho vegana, practica Reiki y meditación.
Comienzo a comprender la funcionalidad psíquica de la operación quirúrgica. En ese quirófano se quedaron los juguetes manoseados de su abusador. Ese trozo de cuerpo era metáfora de goce del padrastro. Tenía que descoserlo.
Entendí la urgencia y el exceso de sus quejas. Su cuerpo erógeno era un cuerpo recortado, hecho de retazos de corte y confección, pero un pedazo no la pertenecía. Ahora ese trozo de su cuerpo la pertenece, ella ha elegido el tamaño y la forma, los ha construido de nuevo, libres de marcas, limpios de inscripciones y jugará con ellos quien ella decida. Es ahora cuando el cuerpo desmembrado construye la unidad. Cuando la psicosis da un paso atrás.
Como decía Lacan, el otro imprimido en la superficialidad del cuerpo, un cuerpo que llevaba las marcas de una historia que nadie conocía. Un cuerpo fragmentado por el goce de otro, que necesita unirse. El trozo estalla en la psique, hace agujero ¿cómo se recupera?, se cosió en un quirófano con prótesis de silicona, se bordó puntada a puntada la marca propia y no la del abusador.
El cuerpo es el territorio del síntoma, pero el síntoma por más mental que sea no puede serlo sin cuerpo. El cuerpo es un hecho del decir.
La medicina nos trata el cuerpo como un puzle, piezas que se estropean o desencajan, pero que también proyectan su falta de ensamble en el mundo psíquico. El cuerpo se extiende más allá de lo orgánico. El cuerpo siempre está bajo sospecha, en consulta buscamos lo invisible.
La analizante plantea el deseo de temas para trabajar en sus sesiones, el poder traspasar la imitación afectiva con la que se ha venido manejando hasta ahora, atravesar la congelación afectiva con su pareja, siente sus afectos embotados. Anhela aprender a amar, a practicar la ternura y sentires afectuosos aún por descubrir. Quiere aprender a leer los mensajes de afecto. Reconoce que sexualmente puede, integradamente, mostrar su cuerpo como un todo y disfrutar del sexo sin los efectos del alcohol y las drogas, se siente segura y aunque sus senos aún son feos, a su criterio, se quita el sujetador durante el acto sexual, ya no hay nada que esconder.
He querido compartir con ustedes este caso clínico que me ha inducido a interrogar las prácticas médicas, interrogar el cuerpo de la modernidad y de la ciencia. Al fin y al cabo, los psicoanalistas estamos para salvar del ridículo, lo interrogamos todo.