Silvia Amigo

Al final de su obra y de su vida Lacan introduce su teoría nodal para resolver por fin cómo unir de forma que no des-encadenen y respeten las presentaciones clínicas su tríada R.S.I. En el inicio postulaba como ligamen a la primacía de lo simbólico y a su significante mayor, el falo, como donación simbólica de la función paterna, que tracciona tras de sí toda la cadena significante. Imaginario y real (registro que en ese momento no está claramente definido) no arriesgaban desencadenar si esta función estaba presente. Tal aseveración le permitió postular claramente su fabuloso (por qué no decirlo) ordenamiento lógico de las estructuras clínicas: neurosis psicosis, perversión. Estas afirmaciones de “primer Lacan” no fueron abolidas, pero sí  debilitadas (como se expresa en matemáticas) por las que le seguirán. Este tiempo no es vencido por knock out por los del segundo y tercer Lacan. El peligro de esta concepción donde la nominación del Nombre (del Padre) liga, es la facilidad con que puede deslizar y confundir hacia la religión (de religare, unir, ligar) del padre ideal. Cara “clínica” o “patológica” de las neurosis. En cambio hacia los finales de análisis se espera que la concurrencia de la función “padre real” (no el masculino que habita en la casa), cuyo rol es aparatar el retoño del “servicio sexual de la madre” se haga una posición inconsciente. 

La intelección de las psicosis (en especial de la paranoia, cuadro que interesaba particularmente a Lacan) se basó en efecto en la forclusión de la nominación paterna, que no esperaba en el lugar del Otro al sujeto. Lo que permitió colegir también otras psicosis.

Más tarde, al pluralizar los Nombres del Padre, se puede advertir que imaginario se desdobla en el espejo esférico y el plano. Y, análisis mediante, la salida esperable hacia un narcisismo “exfoliado”,post especular. A la vez comienza a definir el registro de lo real. Que concluirá de concebir claramente en la cuarta clase del seminario R.S.I. Al contrario del padre ideal (como Dios, causa sui) el padre real, agente de la castración, es deseante, en falta, y su causa está fuera de él. Falo y Padre nada tienen que ver con el patriarcado, el falocentrismo o la heronormatividad. Son ordenadores que permiten que el retoño humano ingrese en al ámbito de la ley que los griegos llamaban de la diké. Leyes no escritas que hacen humano lo humano

A cada registro corresponderá uno de estos nombres del Padre, que había adelantado en las tres agentes de las figuras de la falta. Ello abre el abanico de “los” nombres del padre. Que aseguran la no fusión incestuosa del retoño con quien lo convocó a la vida.

Esta pluralización le viene de perillas para disponer las estructuras clínicas con más flexibilidad que la que le permitía ordenamiento de las hasta ese momento tres estructuras clínicas, según el tratamiento dado por el sujeto, dependiendo de sus recursos, a la castración (que nada tiene que ver en Lacan con la falta de pene): represión, renegación, forclusión. Al flexibilizar este diagnóstico inicial contribuye a dirigir la cura sin transformarlo en una “armadura infranqueable”, ni constituir el diseño de un destino nefasto. Esta pluralizaciín permite trabajar “la extensión topológica de las psicosis”. Esta expresión, según cuentan quienes lo frecuentaban, por ejemplo el analista Marcel Czermak, era habitualmente utilizada por el maestro en conversaciones con sus colegas y discípulos para explicar la distinta textura y gravedad de las diferentes psicosis. Esto me fue comentado por varios analistas en París. Por mi parte añado que también dará amplitud, libertad de investigación en las neurosis, cuya diferente gravedad es clínicamente evidente.

Hacia 1972 pregunta por qué Freud tuvo que añadir a “sus tres” al Nombre como ligamen. Y se debate con su maestro ¿Por qué cuatro? Finalmente le da la razón, postulando que Edipo, Nombre del padre y Realidad Psíquica permiten que no haya desencadenamiento. Esto es: es lo Simbólico, que el significante vuelva desde lo real y no desde una cadena significante y desde otro imaginario. La alucinación  perplejizante se “zurcirá” con el delirio. 

En lo imaginario: la pérdida del cuerpo con los fenómenos de no reconocimiento, alucinación hipocondríaca, que quienes pasamos por hospital psiquiátrico conocemos bien.

Y en lo real: el goce deviene predador, en general acompañado de la “poussé à La femme” personaje supuesto experimentar un goce todo.

Pero el gran señalamiento, de un valor clínico y ético sin precedentes es la función que Lacan dará apenas después a esa exquisita creación del sujeto, su invención singularísima: su síntoma. Riquísima producción no previsible por ninguna historia infantil.  Aunque en esa neurosis infantil se encuentren “après coup” las causas.

¿Por qué el síntoma y no la inhibición o la angustia? La inhibición puede tratarse si se sintomatiza, y la angustia precede a una solución subjetiva o a una formación de síntoma. De lo cual resulta que es este último el que sostiene al nudo mental de forma borromea. Único nudo que revela condición neurótica de quien lo ha “tejido”.  Tomando distancia de ese síntoma, de la sustancia de goce “podrido”, y de la impronta del castigo masoquista con que hacía transacción; se dará la posibilidad de tejer más tarde el cuarto cordel del sinthome borromeo, Σ. Es a esta cuerda que el sujeto se identifica, la que le viene “como anillo al dedo”. Le da un nombre. Le da ese imaginario no especular, su escabel. Esta formación requiere una toma de garantías en el lazo social, no puede ser una elección caprichosa. Toma de distancia y pesquisa de estas garantías hacen a la unión, en las neurosis, de R.S.I., sin que se cometan interpenetraciones que abolirían la condición borromea del nudo mental.

El “caso” Joyce le permite volver a hacerse preguntas pertinentes. Postulando para el irlandés una interpenetración de Real y Simbólico en su continua percepción de epifanías, y al menos un par de episodios de pérdida del cuerpo que siente “caer al piso como la peladura de una fruta” al quedar libre el anillo imaginario, el analista francés se pregunta cómo es que jamás el escritor desencadenó. Además, con un tinte megalómano pretendió ser el escritor del “espíritu increado de su raza´” y el “Old father”, “Old artíficer”, es decir el protopadre de la gran Irlanda. Para esos casos no neuróticos el nudo le permite lo que más arriba afirmáramos: el diagnóstico de estructura se flexibiliza y no deviene una “armadura infranqueable”. El egosinthome del escritor que deseó que 300 años de universitarios le dediquen horas de estudios, su sinthomadaquin, despistó a muchos analistas, que no perciben que su nudo no es borromeo, si bien le ha impedido desencadenar. Generó de hecho una suerte de pequeña lucha de partidarios de una u otra posición. ¿Es Joyce psicótico? ¿Es acaso neurótico?

Cuando Lacan concluye el dictado de su seminario R.S.I., anuncia que va a continuar con otro que se llamaría 4,5,6. El congreso sobre Joyce para el que fue invitado a participar lo habría desviado de la promesa. 

Creemos que no es así. Para la nominación neurótica del cuarto borromeo, y para la egoica del cuarto no borromeo suelen necesitarse una profesión que nos venga “como anillo al dedo” y sin la cual no sabríamos vivir; un partenaire de importancia capital y un lazo social que nos otorgue las garantías de las que hable más arriba.4,5,6.

Una marcación clínica que hemos sopesado largamente con mis amigos y colegas Alejandra Ruiz Lladó y Daniel Paola es, así lo creo, de subrayar. El sinthome no borromeo espontáneo, tal como se postula para el escritor celta o como muchos que observamos a nuestro alrededor es sólido, no necesita retoques y en general no pide ser analizado. 

Por el contrario el cuarto arduamente construido por el analista y el equipo de profesionales que con él trabajan para pacientes en forclusión, sobre todo aquellos que ya han padecido desencadenamientos, otorga una mentalidad frágil, que tiende a desarmarse, dejando al sujeto en peligro de un nuevo brote. Resulta una nominación que es útil, pero que tiende a desligar R.S.I., momento en que el sujeto carece de nudo mental. De ahí que Lacan vuelva sobre su opinión en contra de la palabra “mentalidad” y la adopte para definir esos cuadros (de cualquier estructura subjetiva), donde no se “suelte” alguna de las tres consistencias. Momento catastrófico en que alguna cuerda se desune, perdiendo el sujeto la disposición de algún nudo sostén que lo mantenga en pié frente a sí mismo y a su comunidad de lazo social.

Muchas veces colegas queridos, algunos pacientes analistas me han preguntado, de forma directa ¿para qué sirve  la abstrusa topología? ¿Para qué el engorro de los nudos? Son preguntas totalmente pertinentes.

Porque, como he tratado de mostrar en este brevísimo tiempo, flexibilizan los diagnósticos, agrietan los muros entre las tres estructuras sin borrar sus diferencias y texturas. Vale la pena interesarse en esta herramienta noble, en este sostén del pensamiento de incalculable valor clínico. Pues permite también colegir que en el borromeo puede perderse, en alguna crisis de esas que en ninguna vida faltan, la disposición de alguna de  las zonas del nudo (la del objeto, o la de alguno de los goces), por efecto de alguna circunstancia que haya producido un tiralleimentlas cuerdas.